Sexy oufits in the office Pack 1 / Oufits sexys en la oficina Paquete 1

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Sexy gray dress / Vestido Gris sexy

Do you think this gray dress is sexy?

Office Series Chapter 1: “The gray dress and the glass office”. / Serie en la Oficina. Capítulo 1: El vestido Gris y la oficina de cristal

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English version

I don't usually dress so formal for the office, but that Monday something pushed me to put on the light gray dress that hugs me like a second skin. It wasn't tacky, not at all. But it was... eye-catching. Elegant. Sexy without wanting to scream it. I looked in the mirror before leaving and I knew that this outfit was going to cause reactions. And I was right.

The law firm where I work as an assistant is serious, neat, quiet... but that day I felt eyes on me from the moment I crossed the reception desk. The stares weren't rude, they were... curious. Uneasy. As if no one expected to see a girl like me, with sharp curves and sharp heels, gliding through those cold corridors.

But what threw me off was him. My boss. Thirty-something, divorced, always impeccable, reserved. When he looked up to see me enter his office, his expression was a wordless poem. Something flared in his eyes - just for a second - before he returned to his usual coolness. He said nothing, just offered me a slight smile, as if fighting against something he wasn't supposed to feel.

During the day, our eyes met more often than usual. I pretended to read emails, he pretended to check papers. There was tension. The kind you can cut with the edge of a manicured fingernail. But no one said anything. Not a word out of place. At the end of the day, I walked slowly, knowing that my footsteps echoed more than they should in that marble hallway.

And even though nothing happened... I swear I felt like everything happened.

Versión en Español:

No suelo vestirme tan formal para la oficina, pero ese lunes algo me empujó a ponerme el vestido gris claro que me abraza como segunda piel. No era vulgar, para nada. Pero sí... llamativo. Elegante. Sexy sin querer gritarlo. Me miré en el espejo antes de salir y supe que ese outfit iba a causar reacciones. Y tenía razón.

La firma de abogados donde trabajo como asistente es seria, pulcra, silenciosa... pero ese día sentí los ojos encima desde el momento en que crucé la recepción. Las miradas no eran groseras, eran… curiosas. Inquietas. Como si nadie esperara ver a una chica como yo, de curvas marcadas y tacones afilados, deslizándose por esos pasillos tan fríos.

Pero lo que me descolocó fue él. Mi jefe. Treinta y tantos, divorciado, siempre impecable, reservado. Cuando levantó la mirada al verme entrar en su oficina, su gesto fue un poema sin palabras. Algo se encendió en sus ojos —sólo por un segundo— antes de que regresara a su habitual frialdad. No dijo nada, sólo me ofreció una sonrisa leve, como si luchara contra algo que no debía sentir.

Durante el día, nuestras miradas se cruzaron más veces de lo normal. Yo fingía leer correos, él simulaba revisar papeles. Había tensión. De esa que puedes cortar con el filo de una uña bien manicura. Pero nadie dijo nada. Ni una palabra fuera de lugar. Al final del día, me fui caminando lento, sabiendo que mis pasos resonaban más de lo debido en ese pasillo de mármol.

Y aunque no pasó nada… juro que sentí que pasó de todo.