Dressing for the office / Vistiéndome para la oficina

English Version

Today was not just any day. I knew perfectly well that He would be coming, the supplier's new representative, the one who couldn't take his eyes off me on his first visit. Tall, confident, and with that smile that mixes business with something much more interesting. So this morning I calmly chose my uniform: the gray miniskirt that hugs my hips like a second skin, the slightly low-cut white blouse, and black pantyhose that leave just enough to the imagination. Black heels completed the outfit... along with that soft, enveloping perfume that always makes people whisper, “What's that scent?”

I arrived at the office early, made sure my desk was in perfect order... and that my chair was strategically placed so that he would have to look at me every time he spoke to the manager. When he arrived, I noticed it instantly: that second of silence when he saw me, that slight shift of his gaze before refocusing. I hid a smile as I leaned over to take out some files, knowing he was right behind me. The air became thicker. More electric. Every step, every cross of the legs, was part of the game.

I hadn't touched a single button... and I already had him wrapped around my finger. Because when a woman knows she's going to be watched, she can turn an office into her own stage and into heaven or hell for her lovers.

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Versión en Español

Hoy no era un día cualquiera. Sabía perfectamente que vendría Él, el representante nuevo del proveedor, ese que en su primera visita no me quitó los ojos de encima. Alto, seguro, y con esa sonrisa que mezcla negocios con algo mucho más interesante. Así que esta mañana elegí con calma mi uniforme: la minifalda gris que abraza mis caderas como una segunda piel, la blusa blanca ligeramente escotada, y unas pantimedias negras que dejan justo lo suficiente a la imaginación. Los tacones negros completaron el conjunto… junto con ese perfume suave, envolvente, que siempre hace que me pregunten en voz baja cómo se llama.

Entré a la oficina temprano, me aseguré de que mi escritorio estuviera en perfecto orden… y que mi silla estuviera estratégicamente colocada para que él tuviera que mirarme cada vez que hablara con el gerente. Cuando llegó, lo noté al instante: ese segundo de silencio al verme, ese leve desvío de su mirada antes de volver a concentrarse. Disimulé una sonrisa mientras me inclinaba a sacar unos archivos, sabiendo que estaba justo detrás. El aire se volvió más denso. Más eléctrico. Cada paso, cada cruce de piernas, era parte del juego.

No había tocado ni un solo botón… y ya lo tenía desarmado. Porque cuando una mujer sabe que va a ser observada, puede convertir una oficina en su propio escenario y en el paraíso o el infierno de sus enamorados.

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